lunes, 11 de noviembre de 2013

Potosí 2013

Juegos del Instante – Potosí Julio 2013 

El Encuentro:

Trabajando en la materia de Análisis del movimiento con los alumnos de la  Universidad de San Martín, una tarde de otoño se presenta a la puerta de la sala de clases una persona de rostro muy conocido, pero no recordaba su nombre ni de dónde lo conocía. Con una gran sonrisa, me saluda de una manera muy familiar y feliz. Instantáneamente recordé la primera vez que lo había visto y qué había pensado de él, en realidad creo que tenía el recuerdo de lo que había pensado otra persona de él y yo acepté esa observación; también recordé que había estado una vez en su casa, pero no lo recordaba a él en ella; no creía haber nada más en mi memoria, como si todo lo que hubiera sucedido entre los dos se hubiera esfumado de mi mente. Claramente noté que para él no era así, él recordaba mucho más. No quise ser distante, así que no le pregunté su nombre. Al pasarnos los teléfonos por si nos volvíamos a encontrar, anoté: foto UNSAM.
No era mi mejor momento de sociabilidad, aunque nunca perdía la sonrisa, la cual todos agradecían y así podía esconder mi momento de confusión y tristeza.
A los 15 días, ya habiendo averiguado por otro lado su nombre, quedé en encontrarme en el bar de la universidad a la salida de mi clase, con Sebastián Szyd. No tenía mucho más contenido ese nombre que su sonrisa y la sensación de que cuando nos veíamos, él estaba viviendo “un momento feliz”. Yo mostré mi lado más seguro y tranquilo. El mundo de mi lado pedagógico, el placer de ver y acompañar a los demás en la búsqueda de un lenguaje, de una verdad expresiva. Mi lugar profesional. Y así comenzaron nuestras charlas sobre el tiempo, las inseguridades, deseos, pensamientos, la vida…
En sólo un par de encuentros Sebastián en medio de una charla me propone acompañarlo a Potosí-Bolivia a una muestra sobre su último trabajo. Yo seguía sin saber muy bien qué es lo que él hacía, por dónde iba su mundo creativo. Nunca estuve cerca de lo visual. Y tampoco entendía para qué podría ir yo. 
Comienza a contarme sobre su trabajo con las Viudas de lo Mineros del Cerro Rico de Potosí, que la muestra sería en la Casa de la Moneda, pero de alguna manera quería devolver algo a esas mujeres en forma de agradecimiento. Mi ignorancia sobre el tema era abismal. Creía que nada me acercaba a ese mundo. 

Un grupo de alumnos de la carrera de fotografía habían decidido acompañarlo y estaban viendo de preparar algún tipo de teatro de títeres sobre la historia de la fotografía para los niños de los Centros Infantiles de las viudas de los Mineros. Yo me ofrecí a ayudarlos en el armado de la estética y/o dramaturgia de ese trabajo. Pero no sabía de qué manera los podía ayudar durante el viaje.
Seguimos hablando y apareció la posibilidad de hacer algún tipo de trabajo corporal con los niños. Nunca había trabajado especialmente con esa edad. Mi acercamiento más tangible había sido durante mi estadía en las escuelas Krishnamurti en India. Pero tampoco había sido un trabajo sistemático. Simplemente había compartido un poco de tiempo con ellos. Verlos habitar esos espacios abiertos, charlar, bailar, pintar y jugar.  Para mi, ésto no era suficiente en esta ocasión. De parte de Sebastián no había ningún tipo de pedido específico ni presión, él se sentía en confianza con la sola idea de que yo coordinara lo que iba sucediendo, pero esta vez fui yo la que no podía quedarse tranquila con la sola idea de ESTAR. Así que agarré una servilleta y empecé a escribir posibilidades de juegos que tengan relación con la muestra fotográfica que se iba a montar. 
Ahí fue cuando me mostró su trabajo y fui buscando fotos que pudieran ayudar a investigar el encuentro entre la luz y el movimiento con los niños. 
La primera foto que me inspiró fue una ventana tapiada con ladrillos de adobe. Era perfecta para observar cómo entraba la Luz y así jugar corporalmente con la idea de lo que estaba en sombras o iluminado y partir desde allí con el imaginario y crear situaciones visibles u ocultas.
Luego apareció una de las viudas de espaldas enfrente de una ventana totalmente iluminada. Me atrajo la inclinación de su cabeza y todo lo que uno podía imaginar sobre lo que estaría pensando en ese momento. 
Me daban ganas de trabajar con algún paisaje de Potosí. Busqué una imagen de noche, donde se veían destellos de luces, pero aún no se me ocurría bien, de qué manera trabajar. A los pocos días Sebastián vino con la idea de pintar a partir de la foto.

Los Preparativos:

Ya teníamos este primer esquema de trabajo. De mi parte sólo quedaba estar allá para descubrir de qué manera se iban sucediendo las cosas. No tenía mucha idea de cuántos niños serían, ni de qué edades. Todo era muy incierto, cosa que no me inquietaba. Pero no contaba con que el preparado de la muestra fotográfica era de una gran organización y planificación previa.  
  
El equipo finalmente se había conformado de sólo mujeres. Dos alumnas de la carrera de Fotografía de la UNSAM, Florencia Lo Re y Silvana Lozano  y una amiga personal de Sebastián, Viviana D’Amelia. 
Yo no tenía mucho tiempo libre, estaba en plena época de trabajo y podía acompañarlos en pocas ocasiones. Los veía con muchos preparativos, logística, peso concreto, cuidado, y entusiasmo. 

Yo estaba acostumbrada a sólo llevarme a mi misma y todavía el entusiasmo no se había manifestado de forma concreta, ya que no sabía a dónde estaba yendo. Porqué había dicho que sí, sin saber a qué o a dónde? Realmente todavía no tenía ni idea de la magnitud de lo que significaba este viaje. 
Comencé a investigar sobre el tema, el lugar, su cultura. Y ahí empecé a darme cuenta que iba a un lugar muy alto, y con una historia en extremo dura. El miedo apareció, necesitaba algo cercano y conocido para seguir con la idea del viaje. Aproveché, como tenía que ir hacia el Norte, pasar por el norte conocido, mi Norte. Mi infancia había transcurrido en Salta. Y me pareció una buena idea volver a ese paisaje para conectar con la altura, las montañas y la niñez.


La Partida:

Al escribir esta palabra, es la primera vez que tiene tanto sentido en mí este doble significado.
Estando en el aeroparque una parte mía se dejaba llevar por lo que la vida le iba poniendo en el camino, diciendo . Pero otra mucho más fuerte sentía unas ganas enormes de volver a casa, “refugio conocido” donde poder esconderse, llorar, y decir NO
Llorar todas las despedidas que fueron sucediendo en mi vida, y no dar la bienvenida a lo nuevo, a lo desconocido. Era miedo? Cansancio? Soledad?
Este viaje era todo un mundo nuevo. Cuatro personas casi desconocidas. Fotógrafos, profesión que me era ajena. A un lugar que jamás había pisado, ni había soñado pisar. A 4.000 mts. de altura. A trabajar en algo que aún no era muy transitado en mí. Los niños. 
Pero igual tomé mi mochila y me subí al avión con lágrimas en los ojos y en el corazón.

1er. encuentro: Salta  

El encuentro con mi “familia”, palabra que creía ya no utilizaba mucho. Hacía años que mi “familia” eran sólo mi padre y mi hermano. Y de repente fue un recordar en el presente vivo que hay aún una familia que se sigue expandiendo; sólo estaba en mí mantener el contacto o cortarlo. 
Enseguida un abrazo, un “Cecilita” y unas empanadas unieron generaciones y generaciones enteras  de ancestros y por venir.
Estaba en casa. Pero al día siguiente debía volver a Partir.

2do. encuentro: Tilcara – Jujuy

Respirando tranquila con mis hojas de coca, fui subiendo poco a poco hasta llegar al destino acordado como encuentro. Encuentro que aún era incierto.
Con su sonrisa radiante, Sebastián estaba esperándome en la estación. No podía compartir del todo esa felicidad, creo que él sabía a donde estaba llevándome. Yo sólo dejaba llevarme. Pero un abrazo sincero hizo de lazo de confianza. A la media hora llegaba el segundo grupo.  La mujeres fotógrafas. Silvana, Flora y Vivi. 
Eran nombres sin verdadera sustancia todavía para mí. Y quería seguir dejando ese espacio libre de ideas y  preconceptos. 
Quería ir conociéndolas de a poco. Vi ese fluir del acercamiento, alejamiento, escucha…pausa.
Ya no tenía apuro por llegar a ningún lado. 
Fuimos a dormir a lo de Mechi (encargada del MEC) que abrió las puertas de su casa con total generosidad. 
Yo estaba con mucho respeto a la altura, así que era de pocas palabras, sólo un té riquísimo de coca con canela, miel y a dormir….
Al acostarme pude sentir una opresión en la respiración, mi pulso se aceleró, pero acostada dejé que mi cuello se soltara, que el aire entrara hasta donde pudiera y saliera con calma. Así fui entrando en el sueño sin resistencia…este dormir era sólo el comienzo. Al día siguiente salíamos rumbo a Bolivia.

Un puente: La Quiaca (Argentina) / Villazón (Bolivia)

La altura tocó la puerta del cuerpo de Vivi. Era un aviso para que no nos olvidemos que estábamos subiendo y cruzando nubes constantemente. Yo seguía con mi coca, y me dejaba dormir. Dormía y dormía. Casi no hablaba, prefería el silencio. Una de las primeras impresiones que daba enfrente de mis compañeros. Duermo. “La bella durmiente”. Ceci “duerme”. Cierro los ojos y hay paz.
Tan sólo un puente divide qué? El allá con el acá. Siempre mi cruce de fronteras fueron difíciles, como si no quisieran que yo entrara fácilmente, pero al final no quedaba otra cosa que dejarme pasar. Esta vez se dio más fácil. Porqué? Porque era yo la que no quería pasar? 
Ya del lado de Bolivia, una parada para comer, beber té de coca, descansar para seguir, refrescarse, brindar por lo que vendrá, por lo que estábamos compartiendo. Y porqué no aceptar algún químico extra? Sería necesario? Sorojchipill apareció en escena. Y una vez más me dejaba llevar.  
Comencé a tomarlas. Seguía el respeto y el miedo a ese lugar que cada vez estaba más cerca, y cada vez más me alejaba de mi seguridad. 

Destino Potosí:

Al subirme al micro rumbo a Potosí, tenía la necesidad de no compartir asiento con mis compañeros de viaje. Y al lado mío busqué y encontré a Tomasa, una hermosa y dulce mujer, de quien sabe cuántos años, envuelta en frazadas. 
Ella sí sabía que iba a hacer mucho frío. Yo estaba un poco desprevenida y no llevaba nada extra para abrigarme. Pero no dudé en acurrucarme cerca de ella, y ella luego cerca mío, apoyó su cabeza en mi espalda ofreciéndome su calor. Ese es el tipo de vínculo que me da paz. Casi sin palabras compartir lo que fuera necesario, donde no hay bordes, no hay miedo, sólo AMOR.
Llegamos a la madrugada pero aún era de noche, por lo tanto surge la idea de quedarse durmiendo dentro del micro hasta que amanezca. Era un lugar muy reducido, donde yo comenzaba a sentir cada una de las respiraciones, ronquidos, toses, movimientos. Entré como en una especie de fobia desesperada. Veía por la ventana que pasaban taxis, autos. Porqué no salir y llegar finalmente a destino! Porqué atrasar más la llegada? Dormir en una butaca con un aire viciado, si podríamos estar en una cama?  Me hice experta en los micro-grados de intensidad de luz que iban surgiendo en el cielo, y esperé a que la luz sea suficiente para que los demás consideren que ya era de día. Para mí ya era de día desde el momento que habíamos llegado! No importaba que el cielo estuviera negro, ya había comenzado nuestro día!
Finalmente tomé fuerzas y desperté a Sebastián, que en medio de sueño, cansancio y confusión, entendió mi desesperación y decidimos bajar para salir a buscar algún taxi que nos llevara a un hotel que él conocía.
En el viaje al hotel empecé a darme cuenta que no teníamos reservas, no sabíamos a dónde nos íbamos a hospedar. Sebastián comentó que jamás habían contestado a sus llamados. 
Era obvio para mi que ese lugar estaría cerrado, pero él confiaba en el destino de llegada que había planeado. Al estacionar enfrente de la puerta observamos que estaba todo un poco abandonado. Primer instante de duda. A dónde me había dejado llevar? Pero seguía confiando, confiando en qué, en quién? Confianza en la vida. En silencio dejaba que decidieran mis compañeros cuál sería nuestro próximo destino, el taxista nos dejó en una calle con varias opciones. La mejor opción parecía el Hostal Compañía de Jesús. Yo que cada vez era menos religiosa y más espiritual, esta vez mi destino era estar en Compañía de Jesús. Hermoso lugar, donde compartiría habitación con las otras 3 mujeres fotógrafas, oportunidad para realmente conocernos y compartir.

Había 4 camas con un espacio que contaba con una mesita y un ventanal al patio interno de la entrada del Hostal. Un bañito con agua caliente, pero no había calefacción! Una vez más entré en pánico interno. Solté mi cuello, comenté a Vivi mi preocupación, pero decidí una vez más confiar. Ante todo quería respetar mis tiempos, el de mis compañeras, y lo que iba proponiendo Sebastián. El dormir se había convertido en mi mejor aliado, así que inmediatamente de haberme instalado decidí darme una ducha caliente, ponerme casi con toda la ropa que había llevado, meterme debajo de esas 6 frazadas pesadísimas que me proporcionaba la cama. Mi refugio, mi calor, mi sofocación.

Casa de la Moneda y MUSOL

Dos espacios en una misma ciudad. Los une la historia del Cerro Rico. Uno con siglos de riqueza y muerte, el otro casi sin recursos y valorando la vida.
Sebastián con su muestra de las Viudas del Cerro Rico logra entrar con su arte, su interés, dedicación, su amor y compromiso con el espíritu de las mujeres y su dolor, en la Casa de la Moneda. 
Fuimos a visitar MUSOL, la ONG que ayudó a Sebastián a poder conocer más en profundidad a las viudas de los mineros, ya que yo iba a trabajar con los hijos de ellas. 
Muy despacito caminamos, paso a paso, subíamos y bajábamos esas calles de Potosí, casi sin oxígeno, por eso casi no había palabras, era muy importante que todo ese aire ayudara a llegar a destino. También a mí el silencio me daba la sensación de estar como en una página en blanco, disponible a conocer, a recibir, a descubrir, y ante todo a escuchar.
Así fue que nos abrió la puerta Ibeth (Paulina Ibeth Garabito Ovando) la presidenta de la ONG. Mi primera sensación fue de respeto y cierto protocolo, a pesar de que se saludaron con Sebastián muy afectuosamente. Esperamos la llegada de la encargada de los centros infantiles, Paty, para saber realmente cuántos niños había, que actividad les gustaría realizar y cómo organizar las jornadas. Yo sólo había llevado la hoja con el proyecto que habíamos escrito en Buenos Aires, una mera guía de posibilidades de trabajo. 
Eran 2 centros en lugares distintos de la ciudad y además de niños, también había adolescentes.  Eran alrededor de 70. Mucho más de lo pensado!! Por lo tanto agarré una hoja y una vez más hice uso de mi mente abstracta y ejecutiva y comencé a hacer un plan de trabajo. Era el lunes 15 de Julio, la muestra de Sebastián necesitaba de todo el martes de montaje, el miércoles 17 de Julio era la inauguración, por lo tanto el jueves y el viernes ya teníamos libre para dedicarnos a los niños de los Centros. Los dividí en dos grupos, primaria y secundaria, en horarios distintos y un día sería dedicado al centro Nuevas Luces, en medio de la ciudad, y al día siguiente a Caracoles, en medio del Cerro.
El primer encuentro ya había sido muy protocolar, pero se veía que estaban muy entusiasmados con la idea de los talleres con los niños.
Por suerte habíamos escrito una guía y Paty anotó todo lo que yo iba diciendo y se quedó con una copia del escrito sobre el trabajo que íbamos a hacer. 
Era el primer día, pero a la vez el último día libre antes de todas las actividades. Así que Sebastian nos guió por Potosí. El mercado y Don Benito, la calle de artesanos, almorzamos en un restaurant donde se comía sopa, mesa de verduras y legumbres, plato principal y postre servido de manera exquisita con la vista del Cerro Rico, de todas las cúpulas y techos de la ciudad. A la noche una sopa de quinoa en un lugar acogedor y a dormir. 
Al acostarme, entre la altura y las 6 frazadas para conseguir mantener el calor del cuerpo, sentí que me ahogaba…una vez más confié en el soltar, en estar presente y confiar en que el sueño llegaría cuando sea el momento. El día de montaje se preparaba desde muy temprano, el equipo de fotógrafos ya me conocía por mi necesidad de dormir, así que ellos se levantarían al alba, mientras que yo podría seguir durmiendo para luego encontrarlos en la Casa de la Moneda.
Pero el tiempo si uno no lo impone, ni se apura o se queda atrás, se sincroniza…cada uno iba llegando al desayuno, justo a tiempo, ahí estábamos todos juntos. Salimos hacia la Casa de la Moneda. 

Era un nuevo mundo el que empezaba a revelarse ante mi. Un mundo de precisión, delicadeza y sutileza.
Sacaron cajas cuidadosamente envueltas y con guantes blancos fueron distribuyendo copias pequeñas de las fotos que iban a ser expuestas. Elegían una por una dónde, cómo y en qué orden iban a ir las fotos, de una manera tan meticulosa que me dejaba realmente  sorprendida. 
Claramente yo no podría ayudarlos a hacer este tipo de trabajo, así que agarré las cámaras que iban dejando por el salón donde estaban trabajando y fui sacando mis primeras fotos a las fotos y a los fotógrafos. Empecé a sentir que mi ojo se iba poniendo cada vez más exquisito. De la totalidad, empecé a ver una mano, cuerpos en distintos planos, cercanías, distancias, texturas, gestos, espacios. Luego comenzó el traslado de los paneles a los caballetes que estaban ubicados en la galería del primer piso de la Casa de la Moneda. 

Las fotos de las Viudas, algunas de sus pertenencias y el cerro Rico iban desfilando por los pasillos, siendo  cuidadas por cada uno de nosotros. Por supuesto que las más dedicadas fueron Florencia, Viviana y Silvana que tienen una paciencia, unas manos y un respeto al trabajo de Sebastian que era como que transportaban y cuidaban tesoros. 
Por momentos intermitentes se percibía el nerviosismo y la alegría de Sebastian, de a poco iba comenzando el final de este ciclo.

Con el trabajo concluido justo antes de que cierre la Casa de la Moneda nos fuimos a comer rico, a compartir pensamientos, emociones, conocernos un poco más y a descansar, sin saber bien qué nos esperaba al día siguiente en la Inauguración.


Inauguración: Las Viudas del Cerro 

Muy temprano en la mañana soleada del 17 de Julio del 2013, despierto para tomar mi desayuno y observo que ya todos estaban listos. Con gran alegría y excitación, pero con algo de nerviosismo por parte de los más involucrados hasta el momento. De alguna manera yo estaba muy tranquila ya que no tenía mucha noción aún de lo que esta Inauguración de fotos significaba. Al llegar a la Casa de la Moneda sentí que mi lugar era de dar soporte, confianza y calma desde el silencio o la mirada. Comencé por estar cerca, acompañarlos sólo con mi presencia. Las mujeres estaban preparando el ágape con mucho entusiasmo. Mientras iban llegando, se miraban sorprendidas en esas fotos tan intensas, mostrándolas hermosamente dolorosas, presentes, imponentes y sinceras. Pero luego vinieron los reporteros a hacerle notas al Autor. De alguna manera comenzaba a acompañarlo desde la escucha, para ir compartiendo luego de la entrevista un breve intercambio de opinión sobre la elección de las palabras, si era clara la idea de lo que expresaba sobre su trabajo, la precisión y el sentimiento. Sentía que Sebastian necesitaba poder ser respetuoso y agradecido con la comunidad de Potosí y a la vez con su trabajo personal.
En un acto protocolar se abrió la Muestra con un discurso de parte  del Director de la Casa Nacional de Moneda Ing. Rubén Julio Ortiz, de la Directora de Solidaridad con las Mujeres (MUSOL) Lic. Paulina Ibeth Garabito Ovando, de la Presidenta de la Asociación de las Viudas de Trabajadores Mineros sin Renta (ASVITMIN) Sra. Vilma Menacho vda. de Soto, del Autor Sebastian Szyd y del Presidente de la Asociación de Mineros. En cada uno de ellos había un compromiso social y personal con respecto al tema. Y también se percibía el amor de las Viudas hacia Sebastian.

En un momento los nervios y el pánico entró en mi…Creía entender que el discurso del presidente de los Mineros iba en contra del trabajo de Sebastian. Comenzó diciendo algo así como “Es lamentable……” Pero sus palabras siguientes no iban en contra del trabajo del autor, sino de la situación social de las viudas, y tomó el compromiso de llevar a un proyecto de ley los derechos de estas mujeres!! 
Qué momento único en la historia de este pueblo. Las imágenes en blanco y negro de estas viudas, en La Casa de la Moneda con toda su historia de dolor y muerte, y la transformación hacia un cambio social de valorización y reconocimiento hacia las viudas. 
Mujeres que son fuente de vida, de fuerza individual, comunitaria y espiritual, de sensibilidad y amor, que tienen que seguir adelante por su dignidad, por el bienestar de sus hijos y sus descendientes.  SALUD!!!

Una vez que degustamos las masitas delicadamente distribuidas en bandejas que servían las viudas y brindamos sin olvidar de ofrendar a la Pachamama un poco de nuestros vasos, el encuentro se fue distendiendo. Quedamos con Flora, Vivi, y Silvana sentadas en un banco del primer piso de la Casa de la Moneda, observando los movimientos, las miradas, las sorpresas, las risas, los encuentros. 
Se acerca la Licenciada Ibeth y la conversación comienza a ser cada vez más íntima y personal. Es ahí donde nos cuenta cómo fue creada la ONG Musol. 

Sus palabras eran pausadas, sinceras y profundas. 
La muerte de su madre la había dejado envuelta en una pena muy grande, no logrando ver la salida de su estado de tristeza y llanto. En ese momento de su relato ella vuelve a sentir esa emoción que a pesar del paso de los años aún seguía viva, dejando que las lágrimas vuelvan a aparecer haciendo que esa pérdida se exprese una vez más. Fue ahí donde toda mi memoria apareció avasalladoramente, brotando recuerdos, deseos, dolores, angustias que en solitario me venían acompañando hace años, pero en esta ocasión me eran imposible ocultar. Dejé  mis ojos detras de unos anteojos oscuros, pero mi respiración era entrecortada y hacía temblar mi cuerpo. Traté de simplemente escuchar lo que seguía del relato y respirar hasta aquietar esa angustia. 
Luego de un tiempo, Ibeth se fue cruzando con otras mujeres, que al igual que ella tenían un gran dolor que llevaban consigo. Viudas. Y fue así como comenzó a compartir su dolor. Empezó a acompañarlas no sólo en ese momento de inmensa tristeza por la pérdida de un amor, sino a ayudarlas al tomar conciencia de las grandes dificultades que debían sobrepasar al quedar totalmente desprotegidas y con sus hijos a cargo. 
En un clima de intimidad a pleno sol Potosino, éramos mujeres unidas en la emoción. Es ahí cuando pasa una de las viudas y me dice, -“Porqué lloras? eso ya es pasado”. La vida nos enseña segundo a segundo. Llorar, para compartir, para dejar atrás, para seguir, para volvernos a encontrar….
Ya parecía que todo iba llegando a su final, y tratando de volver a un estado de equilibrio, bajé para salir de la Casa de la Moneda con mis compañeras, y fue una vez más al mirar a Sebastián un instante, que mi emoción salió en lágrimas incontrolables, diciéndome que todavía estaba ese dolor, pero esta vez también eran lágrimas de agradecimiento por haberme llevado hasta esas alturas físicas y emocionales. Luego de un abrazo reparador entre los dos, salimos a almorzar a ese restaurante mágico,  con la vista más hermosa de Potosí, servido por un magnífico señor que quiere que sí o sí comas tu sopa, tus verduras, tu plato principal y tu postre.


Transformación del Instante

Era el momento de empezar a preparar mis jornadas en los Centros Infantiles. Recorrí las calles de Potosí en busca de “pinturas de dedos”, cartulina, cola de carpintero y alguna que otra cosa que pueda inspirar la creación. Subir y bajar esas calles, entrar, preguntar, tomar aire, seguir, cada segundo era delicioso para ir imaginando y dando rienda suelta a las ideas que podrían ayudar al día siguiente, sabiendo que todo sería una gran improvisación.
Sentía que había un clima de distensión en el equipo, ya que la inauguración había superado todas las expectativas y ya estaba en marcha, pero poco a poco empezaba yo a sentir el nerviosismo ante lo desconocido. Lo mejor para ésto era dormir temprano y simplemente despertar y que me sorprenda lo que tenga que venir.
A la mañana siguiente salimos caminando hacia el centro infantil “Nuevas Luces” que estaba en el medio de la ciudad. Los más pequeños estaban en un aula con su maestra y los más grandes iban llegando. 
Me pareció una buena idea comenzar con los chicos de edad secundaria, que de alguna manera eran más cercanos a mi experiencia en mi trabajo. Elegimos una sala que tenía varias ventanas y donde podríamos más tarde jugar con las luces y las sombras. 
Después de la presentación oficial, nos pusimos en una ronda. Una de las maestras y dos ayudantes de Austria que estaban de visita, con gran entusiasmo decidieron experimentar con nosotros. Vivi con su cámara en mano, Flora y Silvana totalmente entregadas a la investigación y Sebastián haciendo de puente entre todos nosotros. Así fue que empezamos a reconocer las distintas partes del cuerpo desde el tacto, la visión y el movimiento, dando así la posibilidad de expandir la percepción de a poco. A la vez mostrando que simplemente con estos movimientos ya estábamos haciendo una danza entre todos. Los sentidos se iban ampliando y comenzamos a agudizar la visión, que era el tema principal de la investigación, ya que íbamos a trabajar con las imágenes de las fotos  de Sebastián. 
Mirar todo como si fuera la primera vez. Los compañeros, lo que nos rodeaba, y a partir de ahí cómo nos vinculábamos con nosotros mismos y con el entorno, si pasábamos a otro sentido como el olfato, el tacto o el oído, o si dejábamos que la vista nos sorprendiera y nos mostrara cosas que jamás habíamos notado que estaban en esa habitación. Fue así como lo lúdico fue dando paso a la imaginación, al vínculo, y a la confianza entre todos. 
Más desafío aún era apagar todas las luces y con algunas linternas que habíamos distribuido, iluminar espacios más acotados y armar fotos espontáneas. 

Hasta que llegamos a la instancia de comenzar muy de a poco a abrir la ventana de la sala y comenzar a armar situaciones a partir de lo que se veía y lo que no se veía.  
Las luces y las sombras.    
Tomando como inspiración la foto de la ventana tapiada, imaginando qué podríamos ver del otro lado de la ventana y qué se ocultaba detrás de los ladrillos, comenzó una improvisación instantánea de situaciones donde iban  entrando de a uno a la luz armando una escena donde se jugaba con el espacio iluminado o en sombras, dejando que el cuerpo se transformara según lo que iba apareciendo.
Fue muy hermoso ver cómo los cuerpos comenzaban a tener otro tipo de plasticidad, sin tanto pudor y saliéndose de las posturas  convencionales, dando paso a otro tipo de gestualidad y expresión.
Con el cuerpo más caliente y abierto, empezamos a bailar entre todos, con distintas músicas que iban surgiendo, más afines a ellos o más desconocidas, pero un sonido que los inspire y los libere. A pesar de la altura Silvana y Florencia seguían con los chicos cada una de las pautas que yo iba proponiendo. Velocidades, ocupar distintos espacios, quietud, niveles, etc… Apareció mucha energía vital, diversión, juego, confianza, compromiso, expansión, calor!!
Al terminar la exploración, con esta sensación de felicidad y libertad, nos fuimos todos a almorzar al primer piso donde ya se estaba armando una gran mesa donde compartiríamos una deliciosa sopa de chuño con mucho picante y así expandir el sentido del gusto.
En ese momento se dio la posibilidad de charlar de cosas que tenían más que ver con la vida cotidiana, cada uno de nosotros se fue vinculando con algunos chicos en especial. Recuerdo uno de ellos que se acercó a mí. Al principio él parecía muy tímido y con dificultades de expresión, pero cuanto más nos metíamos en la improvisación más se veía su avidez de movimiento y necesidad de comunicación. Me comentó con pocas palabras que él bailaba también chacareras, y sabía malambear.  Todo un bailarín!
Me mostró su malambo, y era ahí que en él se veía su vitalidad, que se expresaba cuando bailaba y no tanto en una situación más social. Su lenguaje era la danza.
En ese momento sentí pena de no poder seguir algún tipo de trabajo corporal durante más tiempo con ellos, para poder seguir abriendo puertas. Pero confío que aunque haya sido un contacto corto, algo nuevo nos quedó de este encuentro verdadero.

Llegaba el momento de más desafío para mí. Los más pequeños. Con toda su vitalidad, alegría, velocidad, sonrisas y amor aparecieron en la sala. Distintas personalidades ya se iban vislumbrando en las miradas y los cuerpo. En seguida la aparición de las hojas y las pinturitas, dio un marco conocido a lo desconocido, el observar por primera vez una foto de Potosí desde la mirada Szyd.  
En ronda fuimos repartiendo las hojas, las pinturas estaban ubicadas en el centro, equidistantes a todos los niños, y fuimos entregando una foto en blanco y negro a cada uno. Comentarios, risas, sorpresa y una gran curiosidad ante la imagen que tenían en sus manos. Luego pasé a poner un poco de pegamento detrás de la foto para que pudieran ubicarla en el espacio que quisieran dentro de la cartulina. Luego comenzarían a pintar y transformar la imagen como desearan. Algunos pintaban dentro de la imagen, otros por fuera, unos sólo colores, otros palabras. Todos pintaban su mundo interior. Con cada trazo, con cada elección, con cada pregunta me emocionaba el verlos curiosos, despiertos. Sólo había que estar cerca, acompañarlos, amarlos y darles espacio. De a poco empezaba a sentir que no estaba tan lejos de ese mundo, que podía estar tranquila y presente. En medio de ese momento único e irrepetible de vivencia y observación, con hermosos niños en pleno juego y creación, aparecía una mano en alto a cada rato, luego se escuchaba -“Ceci!”, y ahí me acercaba. Era un niño con sombrero, muy pequeño en edad, pero yo sentía que me hablaba de igual a igual. Me hacía preguntas sobre la manera en que estaba pintando la foto, el espacio alrededor y palabras como “muerte”. Estaba pintando Potosí, su Cerro Rico y su historia. Entre cautivada y cuidadosa, me dejaba llevar por su imaginario.
Cuando ya todos habían terminado su dibujo comenzó una especie de descontrol general, mucha energía, excitación, alegría y nerviosismo ante la idea de presentar lo que habían creado. Vi los ojos de pánico de Sebastián que comenzó a hacer su mudra y mantra OM. Ahí decidí que también con los niños lo acompañáramos. Se dio un momento mágico donde todos comenzamos a cantar OM, dibujamos el mudra con nuestras manos y volvió la calma, la conexión y el encuentro entre todos. Desde este estado pudieron mostrar y explicar lo que cada uno había realizado. 
Llegó el momento de bailar! Aquel niño con sombrero me seguía con su mirada y le pregunté qué es lo que más le gustaba jugar y él contestó al baile de la silla. Le dije que fuera él el que dirigiera el juego. Buscó un asistente, organizaron el espacio, y eligió un track del CD de “Tal vez el viento” en la computadora. Comenzó el juego!! Una vez más había que sólo ESTAR. Ellos creaban el presente. Quedé azorada cuando vi que sólo quedaba uno sentado en la silla, y el juego terminaba justo cuando el track llegó al final. Fue casualidad? El niño del sombrero lo había calculado? O así es que se dan las cosas cuando uno sólo da el espacio y acompaña?
Ya era momento de despedirnos, de abrazarnos y desear volver a vernos. Con el corazón en expansión e iluminados nos fuimos de “Nuevas Luces”.
En la cena teníamos mucho por compartir, decir y escuchar. Nos transformábamos, confiábamos y nos mirábamos. Pero había que descansar porque al día siguiente teníamos que subir al Cerro Rico al centro infantil “Caracoles”.
Muy temprano a la mañana, nos juntamos en la ONG Musol, y de ahí Paty nos llevó en ómnibus a la base del cerro. Ahí ya estábamos en pleno mundo minero. Cascos, camionetas, negocios de minería, tierra, caras, acullicos, manos y alerta.
Yo llevaba los materiales para jugar con los niños, y los demás todo un mundo de trípodes y cámaras fotográficas. 
A empujones nos subimos al micro que nos subía al cerro, cuerpo con cuerpo, la cercanía de la piel, los rostros, las miradas, el silencio y la altura me daban fuerza y confianza. Todo lo contrario de lo que hubiera imaginado.
Al entrar a “Caracoles” ya se sentía otra atmósfera. Los niños andaban jugando de aquí para allá, algunos ayudando en la cocina, otros en las habitaciones, otros simplemente al sol. Entramos a la sala donde íbamos a empezar con los más grandes y Sebastian empezó a  armar su cámara como para hacer una foto. Claramente había visto una imagen que necesitaba plasmar. Así que en ronda nos  sentamos viendo lo que estaba haciendo, acción por acción, gesto por gesto, hasta que naturalmente surgió una especie de clase sobre la fotografía y cómo tomar una foto con ese tipo de cámara. Cómo se veía la imagen, lo que tenía que preparar, cómo disparaba la foto, el tiempo que llevaría revelarla, etc… Algo que es muy lejano para estos niños que hoy tienen un celular donde inmediatamente ven la imagen.
Ya en este momento comencé a observar rasgos físicos en estos adolescentes que mostraban timidez, retracción, miradas de desconfianza, acentuada diferencia entre géneros y sus condicionamientos sociales. Un mundo hostil grabado en sus cuerpos, en sus gestos. 
Comenzamos a ver la foto de una de las viudas de espaldas mirando la ventana tapiada. Comenzaron a abrirse a la imaginación, donde algunos contaban lo que podría estar sucediendo en la foto. 
Algunos tomaban el lugar de estar sentados frente a la ventana, con la cabeza en la posición que veían en la foto y así surgían relatos. Una de las niñas, imaginaba un mundo de ángeles y simbologías religiosas. Un muchacho describía una habitación con un niño que no podía dormir. De a poco surgieron los mundos interiores de estos chicos que claramente estaban en comunión con lo que yo había identificado en sus cuerpos. De a poco iba tratando de crear un ambiente de confianza, pero había que ir de a poco y con calma. Nos pusimos a movernos, pero se hacía difícil salir de la estructura de baile y movimientos ya establecidos, adquiridos socialmente. Querían bailar lo conocido, los ritmos de moda, o directamente algunos no querían moverse. Opté por tomar lo que surgía, moverme con ellos encontrando espacios y códigos que nos hiciera comunicarnos sin palabras. Poco a poco se fue dando la fluidez al ponernos en ronda y empezamos a pasarnos gestos que recibíamos del compañero de al lado y contestábamos con otro gesto al próximo compañero. Fue ahí donde apareció la libertad, el juego y la conexión entre todos. Entrando en calor y con los cachetes colorados de tanto bailar nos despedimos y fuimos al patio de juegos a esperar la hora del  almuerzo. El equipo fotográfico estaba ávido de salir a tomar fotos desde la cima del Cerro Rico. Cargados de trípodes, cámaras y curiosidad fuimos por la ladera del Cerro hasta que decidieron parar en un lugar para dejar plasmadas sus miradas.  
Yo aproveché ese momento para dejar de ver y simplemente respirar, percibir el sol, oír el viento y descansar. Ahí me daba cuenta que mi trabajo también tenía que ver con el instante, pero que sólo quedaba en la memoria o en las células, no había otro registro que el haber estado ahí, en el presente. 
Volvimos al patio de juegos y nos sentamos cerca de los niños. Por momentos se veían  juegos muy violentos entre ellos y Sebastian luego de la experiencia del día anterior volvió a recurrir a su mantra hindú, y enseguida varios niños comenzaron a acompañarlo en mudra y canto. Luego fui cantando el Gayatri mantra y los niños repetían. Fue un momento de mucha paz y conexión. 
Y al llamado de las maestras fueron todos corriendo a la habitación donde servían el almuerzo. 


Estábamos todos sentados en pequeñas sillitas, entre las cuchetas, las frazadas y las almohadas de los niños que más tarde dormirían ahí. Con potes repletos de sopa, que había que comer hasta la última cucharada. Y de repente uno de ellos comienza a cantar en voz fuerte OM!! Y algunos se le fueron uniendo. Nos miramos con gran sorpresa y no podíamos creer lo hermoso que era escuchar en esa situación un canto de alegría y agradecimiento tan sincero. Todos estábamos con una gran sonrisa en la cara y disfrutando de ese momento.
Se venía el último taller con los más pequeñitos. Pero esta vez ya nos conocíamos más porque habíamos estado jugando, cantando, abrazándonos, comiendo juntos toda la mañana. Había mucho amor alrededor nuestro. Y la magia comenzó, los colores comenzaron a  transformar la foto en blanco y negro. Al final todos querían quedarse con su dibujo, pero había un dibujo que habíamos visto con Sebastian como realmente especial. Y ahí comenzamos a hablar con Alina (la niña que lo había pintado) para que se lo regale a Sebastian si realmente ella quería ofrecérselo. Y ella aceptó con generosidad.
No pudimos seguir jugando porque era viernes y era muy peligroso bajar tarde del Cerro. Ya que los mineros a partir de ese momento empezaban a beber y a emborracharse durante todo el fin de semana. Salimos casi a las apuradas ya que Paty estaba preocupada porque estemos abajo lo antes posible. Se veían camionetas en las cornisas haciendo zig-zags, hombres agarrados de los hombros bajando la ladera casi a los golpes y en estado de gran embriaguez. Para hacer más rápido Paty nos llevaba por fuera del camino, donde teníamos que demostrar toda nuestra destreza de equilibrio y velocidad. Yo me encontraba de nuevo con el mundo de mi infancia, bajando en cuatro patas y desafiando la gravedad, pero claramente no fue un descenso fácil. Ya más tranquilos nos tomamos el micro que nos llevaba a Potosí. Y fuimos directo al hostal a bañarnos con agua bien caliente y a descansar. Había sido un día no tan largo pero muy intenso. Para nunca más olvidar.

El Regreso:

Al día siguiente sólo quedaba el desarme de la muestra de la Casa de la Moneda. Nos acompañaban muchas sensaciones, experiencias  compartidas, palabras y silencios. Una a una las fotos fueron sacadas de los caballetes y vueltas a ordenar en sus cajas. Era el momento de volver. Pero no podíamos dejar de probar ciertas delicias Potosinas que todavía no habíamos degustado, así que fuimos a por nuestra última comida en la plaza principal 10 de Noviembre, a disfrutar del sol. 
Transformada, pero a la vez conectada con algo profundo y esencial que no cambia con el tiempo, hice la mochila y fui al encuentro de los demás. Pasamos nuestro último momento al sol, con gran  tranquilidad, juntos. Y salimos hacia la terminal de ómnibus, para empezar el viaje de vuelta acompañados por una hermosa Luna Llena que nos siguió todo el camino hasta Villazón. 
Pasamos la frontera y volvimos a Tilcara. El resto del regreso quedará en la memoria y las células de cada uno de nosotros, como todo lo que sucede segundo a segundo en nuestras vidas. 


Agradecida y en expansión constante la vida no para……….




ph: Vivi D'Amelia